El Método Freinet

Celestin Freinet, nació en 1896 y murió en 1966, figura de extraordinario relieve como pedagogo, filósofo, poeta y esencialmente un hombre íntegro y de gran valentía, su preocupación se orientó a construir una "educación para el pueblo y por el pueblo". Principal impulsor del movimiento contemporáneo de renovación pedagógica, se inicia en 1920 como profesor en una escuela popular en los Alpes marítimos franceses.

Centro Freinet Prometeo, técnicas Freinet
La imprenta en la escuela Freinet de Vence, ca. 1940

Freinet se desenvuelve en un contexto histórico marcado por crisis sociales y educativas, las cuales enfrenta con un extraordinario valor personal, ejemplo de un gran hombre y un gran maestro participa en la Primera Guerra Mundial y es gravemente herido en un pulmón, desahuciado por los médicos como inválido de guerra no se da por vencido y se dedica con todas sus fuerzas al trabajo docente como militante de una educación popular y un mundo mejor; su compañera Elise, se constituye en un gran apoyo e impulsora de su teoría y método; perseguido por sus ideas. En 1939 es recluido en un campo de concentración en Vichy, Francia y es allí, donde gracias a su gran entereza, voluntad e inteligencia, escribió varios trabajos, entre ellos "La educación por el trabajo" y "La psicología sensitiva t la educación", en el primero comienza diciendo: "En los momentos mas penosos de mi vida -y nuestra generación parece haber nacido bajo el signo de las grandes trastornos individuales y sociales-, cuando el horizonte está como ocluido por las catástrofes sucesivas, no voy a buscar la serenidad y la íntima esperanza en los filósofos cuya lectura se me impuso antaño". Dedicándose a renovar la educación y a adaptarla al mundo nuevo que va a nacer.

Freinet reacciona contra la escuela separada de la vida, aislada de los hechos sociales y políticos, que la condicionan y determinan, parte de su pedagogía unitaria y dinámica, que relaciona al niño con la vida; con su medio social y con los problemas que enfrenta, tanto personales como de su entorno. Entiende asimismo, que la escuela debe ser la continuación de la vida familiar y de la comunidad en la que interactúa la escuela, por lo que la tarea del maestro debe controvertirla en una escuela viva y solidaria con la realidad del niño, de su familia y de su entorno.

La educación Freinet y sus sesiones de clase, con sus radicales innovaciones, parte de la búsqueda práctica de la educación popular interesante, eficiente y humana sobre todo, en la cual el trabajo se constituye un eje y motor de su desarrollo. Este trabajo se organiza en torno a una gran variedad de técnicas, como por ejemplo: la introducción a la imprenta en la escuela, que desarrolla una serie de Juegos-trabajos, como elaboración de textos libres; el periódico escolar: la correspondencia inter-escolar; la visita a otras escuelas y a otros pueblos; la organización, preparación y exposición de conferencias; la preparación de fichas de trabajo y documentos sobre diversos temas de interés para los niños; "los contratos de trabajo"; la toma de decisiones grupales y la autogestíon escolar sobre diversos problemas de la vida escolar y comunitaria; por último, la cooperativa escolar con las diferentes tareas que a cada niño se le asignan y que tiene a la organización de la comunidad escolar.

Celestin Freinet

Freinet adopta treinta principios que debe operar en toda situación educativa, los denomina invariantes pedagógicos, algunos de ellos son:

  • El comportamiento escolar de un niño depende de su estado fisiológico, orgánico y constitucional.
  • A nadie le gusta que le manden autoritariamente; en esto el niño no es distinto del adulto.
  • A cada uno le gusta escoger su trabajo, aunque la selección no sea la mejor.
  • A nadie le gusta alinearse, ponerse en fila, porque hacerlo es obedecer pasivamente a un orden externo.
  • A nadie le gusta trabajar sin objetivos, actuar como un robot, es decir plegarse a pensamientos inscritos en rutinas en las que no participa.
  • El trabajo debe ser siempre motivado.
  • Las notas y las calificaciones constituyen siempre un error.
  • A nadie, niño o adulto, le gustan el control ni la sanción, que siempre se consideran una ofensa a la dignidad, sobre todo si se ejercen en público.
  • El maestro debe hablar lo menos posible.

La vía normal de la adquisición no es de ningún modo la explicación y la demostración, proceso esencial en la escuela, sino el tanteo experimental, vía natural y universal.

Solamente puede educarse dentro de la dignidad. Respetar a los niños, debiendo éstos respetar a sus maestros, es una de las primeras condiciones de renovación de la escuela.

El método natural de tanteo experimental que desarrolla Freinet, parte de entender al niño como un ser que cuenta con una serie de conocimientos y experiencias previos al ingreso escolar y que su tendencia natural es a la acción, a la creación y a la expresión espontánea en un marco de libertad.

El principio que guía el método y las técnicas Freinet de la enseñanza y aprendizaje de los conocimientos escolares consiste en considerar que se aprende por la actividad específica, esto es, se aprende a leer y a escribir leyendo y escribiendo; a dibujar se aprende dibujando, etc. ; es decir, por medio de la libre exploración y la experimentación, el niño aprende y conforma su inteligencia y sus conocimientos.

El proceso de adquisición de conocimientos no se da por la razón; sino a través de la acción, la experiencia y el ejercicio. A esta acción que denomina trabajo es la finalidad que debe lograr la escuela o sea la educación por el trabajo; este trabajo escolar deberá estar adaptado y responder a las necesidades esenciales del niño, por lo que, deberá ser en todos los casos: Trabajo-Juego. Este trabajo-juego consiste en una actividad que integra los dos procesos y responde a las múltiples exigencias que el niño necesita:

"Hay un juego, por así decirlo, funcional que se ejecuta en el sentido de las necesidades individuales y sociales del niño y el hombre, un juego que hunde a sus raíces en lo más profundo de nuestro acontecer atávico y que, indirectamente quizá, sigue siendo una especie de preparación para la vida, una educación que prosigue misteriosa, instintivamente, no al modo analítico, razonable y dogmático de la escolástica, sino con un espíritu, una lógica y un proceso que parecen específicos de la naturaleza del niño".

"Este juego, se antoja esencial lo mismo en el animalito que el hombrecito, es, en definitiva, trabajo, aunque trabajo de niño, cuyo fin no siempre captamos y que no reconocemos en modo alguno porque es menos trivial y menos bajamente utilitario de lo que lo imaginamos por lo común. Para el niño, tal trabajo-juego es una especie de explotación y liberación, como la que siente, en nuestros días, el hombre que logra entregarse a una tarea profunda que lo anima y exalta".

Los educadores se han preocupado por el pacer eufórico que logra el juego, pero han denominado el impulso de adaptación y liberación que contiene; Freinet entiende que lo esencial de la actividad del juego en el niño, es su dinamismo y creatividad.

"El niño juega y juega más que el adulto porque hay en él un potencial de vida que lo inclina a buscar una amplitud mayor de reacciones: grita de buena gana, en vez de hablar, corre sin cesar en vez de caminar y luego cae profundamente dormido, con la cucharada de sopa en la boca, y nada lo despertará sino hasta la mañana siguiente. La actividad que le permiten o le toleran los hombres y los elementos no basta a gastar la totalidad de ese potencial de vida; necesita un derivativo que no puede imaginar completamente y que se contenta con copiar de la actividad de los adultos adaptándola a su medida".

Por lo tanto, el trabajo puede incorporarse la alegría vital que contiene el juego, en la medida que se le ofrezcan a los niños actividades que le interesen.

"Vemos entonces la relación que dan el juego esas cualidades esenciales que hemos reconocido en el trabajo funcional y profundo..."

En razón de que los juego-trabajo responden a lograr las necesidades esenciales del niño, que estas actividades Juego-trabajo satisfacen todos los requerimientos primordiales de los individuos: libera y canaliza la energía fisiológica y el potencial psíquico que buscan naturalmente un empleo; tiene un fin subconsciente: asegurar una vida lo más completa posible y defenderla y perpetuarla; ofrece, en fin, una extraordinaria amplitud de sensaciones. Su característica, en efecto, no es en modo alguno la alegría sino el esfuerzo y el trabajo, a los que acompaña la fatiga, los temores, el miedo, la sorpresa, los descubrimientos y una preciosa experiencia. Por su origen mismo, sigue siendo casi siempre colectivo; traduce, sobre todo, esa exasperación congénita del deseo de poder.

"En un mundo que no está ni concebido ni preparado en función de la juventud, el juego-trabajo es el elemento constitutivo de la organización empírica del universo infantil, organización en la cual la invención no tiene más que un sitio reducido, ya que el niño encuentra mucho más cómodo, como por lo demás lo hace el adulto, utilizar copiosamente algunos moldes imperfectos, es verdad, pero cuando menos experimentados, cuyo uso responde a las necesidades profundas del momento.


Freinet entiende que la alegría del trabajo es esencialmente vital, y más vital que el juego; considera que si se le ofrece al niño actividades que les intereses profundamente, que los entusiasme y movilice enteramente, ese es el camino de la verdadera educación, esta es la razón de llamar a tales juegos: juegos-trabajo, a fin de marcar sus relaciones y fundamentos con la actividad adulta denominada trabajo. Freinet va a definir que: "El juego-trabajo no sería, pues, más que un paliativo instintivo a la impotencia en el que el niño se encuentra para satisfacer una necesidad imperativa. A falta de un trabajo verdadero, del trabajo-juego, el niño organiza un juego-trabajo que tiene todas las características del segundo, con algo menos, sin embargo, de esta espiritualidad superior que se deriva del sentimiento de la utilidad social del trabajo, que eleva al individuo a la dignidad de su eminente condición".



Oscar A. Zapata*
Libro: Juego y Aprendizaje Escolar

Editorial Pax

La otra escuela: Pedagogía Freinet en Lille

Video de  Charlotte Lessana Magali Roucaut [fr]


L'école autrement - Une méthode Freinet from Charlotte Lessana Magali Roucaut on Vimeo.

En Francia, cada profesor es libre de aplicar el método de enseñanza de la elección. "La escuela de otro modo" traza los contornos de la innovación educativa actual, centrándose en ocho diferentes experimentos, realizados por ocho profesores para quienes el aprendizaje es el tema de la investigación constante. Los métodos de prueba tienen una base común: poner a los niños en el camino del conocimiento, haciéndoles descubrir por sí mismos, el registro de la clase en la continuidad de la vida en la apertura hacia el exterior, lo que permite acceso de los niños su sensibilidad, su subjetividad, su individualidad.


 Desde 2001, los profesores formados en Freinet hizo cargo de la operación de una escuela en Mons-en-Barœul en las afueras de Lille.

El maestro Antoni Benaiges

La grandeza de ser maestro

Esta es la historia de un maestro. Un ejemplo de vocación, entusiasmo por su trabajo y valentía que difícilmente puede dejar indiferente a nadie. El libro “Antoni Benaiges. El maestro que prometió el mar” (Blume) hace que su entrega, que le llevó a perder la propia vida, no fuera en vano. texto ANTONIO G. ITURBE fotos SERGI BERNAL
Porque el azar es azar, muchas veces las cosas más extraordinarias que encontramos son, precisamente, las que no buscábamos. Así le sucedió al fotógrafo Sergi Bernal con esta historia: fue un hallazgo inesperado, aunque también es cierto que él algo andaba merodeando. Sintió el impulso de retratar con su cámara un momento muy sensible: la inhumación de los restos de una fosa de la Guerra Civil. No se puede descartar en esa pulsión el hecho de tener un abuelo aguerrido que perteneció al POUM. Bernal consultó con la historiadora Queralt Solé, perteneciente a la asociación por la memoria histórica Mirmanda, para saber dónde podría retratar alguna fosa que se estuviera abriendo en Cataluña. Ella le explicó que no había ninguna. Las fosas catalanas son casi en su totalidad de militares, vinculadas a los frentes de la guerra, y la dificultad de identificar los restos de los combatientes hace que apenas se toquen. Además, Sergi quería una fosa de civiles, de personas a las que la guerra hubiera arrollado y donde su exhumación pudiera tener un sentido reivindicativo. Fue ella la que lo puso en contacto con otra asociación y la exhumación de una fosa en un paraje de Burgos llamado La Pedraja. Y hasta allí se fue Bernal con su cámara.

Foto de Sergi Bernal

Las fotografías de la exhumación de los restos de 105 personas, asesinadas y enterradas el 25 de julio de 1936 (una semana después del golpe de Estado del general Franco), forman parte de este libro, acompañadas de las explicaciones del antropólogo Francisco Ferrándiz. Pero, aún siendo un documento importante, se han convertido en un apéndice, un epílogo. Mientras Bernal estaba fotografiando los restos, pero fundamentalmente las miradas e impresiones de aquellos que contemplaban cómo la tierra revelaba lo que escondía, un hombre de avanzada edad le dijo: “Aquí está enterrado el maestro de mi pueblo”. Y esa frase fue para él una chispa que encendió la hoguera de su curiosidad. ¿Quién había sido aquel maestro? ¿Por qué acabó en aquella fosa? ¿Por qué, más de setenta años después, aquel hombre seguía recordándolo con emoción? El nombre del maestro era Antoni Benaiges, pero en el rompecabezas de su vida estaban todas las piezas perdidas. Para recomponerlas, Bernal ha rastreado intensivamente archivos, visitado testimonios y a los propios familiares de Benaiges.

Este libro es el resultado de esa indagación, puesta en las manos hábiles de un Francesc Escribano (autor de una excelente biografía de Pere Casaldáliga y de otra de Puig Antich) que ha reunido con delicadeza, y a la vez con decisión, los pedazos de una vida que rompió trágicamente la Guerra Civil. Escribano confiesa que él, en realidad, no podía escribir este libro: en el momento en que se lo propusieron estaba a punto de marcharse fuera de España durante tres meses para atender el rodaje en Brasil de la película sobre su biografía de Casadáliga. Era imposible escribirlo, no podía… Pero tuvo que hacerlo. En cuanto conoció la historia de Benaiges notó el temblor y supo que debía escribirla. Esta es otra más de las muchas paradojas y azares que han llevado hasta este libro, que se ha ido ensamblando de manera inverosímil. Así, la redacción de la peripecia vital de este maestro catalán en la Guerra Civil se realizó en las selvas de Brasil, en los tiempos que Escribano tenía libres. Benaiges no era católico, pero seguro que se hubiera entendido muy bien con Casaldáliga.

Primera parada: Mont-Roig

La primera pista de la vida de Benaiges llevó a Bernal a Mont-Roig, una localidad de Tarragona. Y a su casa natal de Cal Reverter. Allí, sus sobrinos nietos Elisa y Jaume apenas conservaban recuerdos de aquel tío del que sabían que murió en la Guerra Civil, que era un hombre de ideas progresistas y que era un gran bailarín. Pero tenían algo más, una vieja caja de cartón, decorada con estampas rurales, donde se conservaban los recuerdos del tío Antoni: unas pocas fotografías en blanco y negro y un puñado de cuadernos antiguos, impresos de manera rudimentaria. Esa caja había permanecido durante décadas en la familia, incluso cuando tener papeles que lo relacionasen a uno con republicanos o represaliados de la guerra era un asunto peligroso. Pero la caja formaba parte de la historia familiar, era el último recuerdo de aquel tío maestro que se fue a enseñar a un pueblo de Burgos y nunca más volvió. La familia poco más sabía y la indagación fue llenándose de aportaciones documentales y de testimonios diversos hasta ir volviendo nítida la fotografía de Benaiges. 

Benaiges y su clase, sus alumnos
 

Para entender su recorrido vital, primero hay que situarse en la España de su tiempo. Cuando en 1931 se instauró la República, el primer ministro de Educación y Cultura de la época (lo que entonces denominaban Instrucción Pública y Bellas Artes), Marcel·lí Domingo, puso en marcha un poderoso plan de modernización escolar en un país donde un tercio de la población no sabía leer ni escribir. Nos lo recuerda en el libro la historiadora Queralt Solé: “El ministro afirmaba que el maestro era el primer ciudadano de la República”. En ese ambiente de cambios, de creación de 7.000 nuevas plazas para docentes y la dignificación de aquel oficio que antaño tenía salarios de hambre, surgió una generación de jóvenes maestros muy implicados en este afán reformista. Hubo un momento en que pareció que España podía ser otra.

Entre estos nuevos maestros, un grupo se sentía muy interesado por el método puesto en marcha en Francia por Célestin Freinet. Su idea es que la letra con sangre no entra. Él proponía que las clases se desarrollaran en un ambiente de cotidianidad, con participación de los alumnos y una atmósfera donde el trabajo riguroso no estuviera reñido con la alegría de aprender. Y, para fomentar eso, se dotaba a cada escuela de una pequeña imprenta. Ahí los alumnos podían desarrollar sus ideas, practicar la redacción, la lectura, y además realizar un trabajo manual en equipo con la propia imprenta y tener la motivación de ver impreso su propio esfuerzo.

Antoni Benaiges, tras acabar sus estudios de magisterio, fue destinado como suplente a varias escuelas de Madrid, y después volvió a Cataluña, para dar clases en Vilanova i la Geltrú. En Cataluña había un grupo de maestros muy partidarios de la técnica Freinet y él se sumó a ellos con entusiasmo. Organizaban sus reuniones para hablar de pedagogía e incluso tenían una revista, Colaboración, donde publicaban artículos sobre sus experiencias. El ideario de Benaiges lo resume Escribano de la manera más sintética y clara posible: “Respeto y libertad”.

Parada final: 1934, Bañuelos
Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar
Blume
 
Bañuelos de Bureba era un pueblo de doscientos habitantes y ninguna carretera, un lugar perdido en el interior de Burgos a donde Benaiges llevó en su maleta de ilusiones el empuje de la alfabetización. Él mismo pagó de su bolsillo el dinero para poder tener una imprenta con la que poner en marcha el método Freinet y los niños rápidamente quedaron fascinados con aquel maestro tan distinto a lo que hasta entonces habían conocido: “Los niños estaban muy contentos con él porque cambiaron de un maestro que les pegaba con la vara y les castigaba duramente a este que les enseñaba, les llevaba de excursión y hasta les compraba comida”

Los chavales no podían asistir siempre a clase porque debían ayudar a hacer la colada o en el campo. Había gente que miraba con desconfianza y algo más a aquel profesor de extraños métodos que no asistía a misa los domingos. Un maestro que hablaba mucho con los alumnos y daba pocas matemáticas. Pero nada de eso apagó el entusiasmo de Benaiges, que dijo esto en uno de los muchos artículos que escribía ardorosamente para la revista freinetista Colaboración: “El niño, para ser educado, necesita camino libre, trazarse por sí mismo la trayectoria de sus actividades. ¿Que con papel sin rayar el niño escribe torcido? Mejor. Un motivo más para mejorarse yendo derecho. Dejémosle”.

Con la imprenta empezaron a trabajar enseguida, imprimiendo unos cuadernillos con los trabajos de los niños sobre diversos asuntos que se trataban en clase. Los chicos y chicas participaban risueñamente en aquel proceso. A la serie de publicaciones trimestrales de los alumnos las bautizó como Gestos: “Le llamaremos Gestos. Gesto es carácter. Expresión libre. Matiz. Vida. Atributos de la escuela”. Una muestra del resultado de aquellas labores escolares son precisamente los trece cuadernos monocolores que con tanto afecto ha conservado su familia durante décadas. Y esta generosa edición de Blume incluye un facsímil de uno de esos cuadernos, tal vez el más emotivo y que tiene la clave del título del libro. Se trata de un cuaderno surgido de una propuesta de trabajo de clase de Benaiges: pregunta a unos niños incrustados en el secano de Castilla cómo creen que debe de ser el mar. Sus respuestas son de una inocencia que desarma. Todos fabulan de una manera tal que se tiene la impresión de poder ver, a través de sus palabras, el brillo de sus pupilas al soñar con el mar. Este es un libro lleno de momentos emocionantes y la lectura del cuaderno es uno de ellos. Es difícil no contagiarse de la ternura de los niños y la devoción de Benaiges por la enseñanza: “Los maestros no tenemos vacaciones. Así como suena. Donde va el maestro, va la escuela”, escribió en el cuaderno de final de curso de Gestos de 1935.

Él era un soñador práctico, un reformista. Por eso, a aquel puñado de niños no les prometió la luna, pero casi: les prometió ir a ver el mar. Los autores del libro han constatado cómo Benaiges pidió a su familia que le preparasen la casa familiar de veraneo en la costa. Sería una manera de que aquellos niños tuvieran una oportunidad, por fin, de ver el mar. Pero el verano trajo una marea inesperada, de odio y atrocidades. A Benaiges, un profesor republicano, progresista y catalán, le encontró el estallido de la Guerra Civil en el peor sitio posible: Burgos, capital provisional del primer gobierno fascista.

En el libro se ha logrado reconstruir la manera en que Benaiges murió asesinado. Son páginas muy dolorosas, pero por fin se logra en ellas, tantos años después, arrojar luz. Porque Escribano nos recuerda que la primera víctima de la guerra es la verdad. La apertura de fosas de la Guerra Civil es un asunto delicado, pero en esta ocasión se ha demostrado útil, pues lo que aflora no solo son restos deteriorados, sino también memoria.

A la presentación del libro, celebrada en el Pati Manning de Barcelona, asistieron los sobrinos de Antoni Benaiges y Escribano les preguntó qué sensación habían tenido al ver recompuesta la historia. Jaume Aragonés Benaiges dijo sentirse enormemente satisfecho porque habían devuelto al Tío Antón la dignidad. Cuando el inquieto fotógrafo Sergi Bernal, al visitar a sus antiguos alumnos, les preguntaba por Benaiges, alguno de ellas, tantas décadas después, aún conservaba aquellos modestos cuadernos de la escuela hechos en la imprenta que trajo el maestro. Un señor ya mayor le dijo a Bernal que ese cuaderno no lo vendería ni por 100.000 pesetas ni por nada. Este es un libro de un valor que no se puede medir. La recuperación de la memoria de este héroe contemporáneo que fue el maestro Benaiges es una de esas obras que demuestran que los libros son un arma cargada de futuro y de presente.

Originalmente en Qué Leer.