El gramático a palos

por Luis Landero
14 DIC 1999 en El País

Tengo un joven amigo que, después de diez años de estudiar gramática, se ha convertido al fin en un analfabeto de lo más ilustrado. Se trata de un estudiante de bachillerato de nivel medio, como tantos otros, y aunque tiene dificultades casi insalvables para leer con soltura y criterio el editorial de un periódico, es capaz sin embargo de analizar sintácticamente el texto que apenas logra descifrar. Su léxico culto es pobre, casi de supervivencia, pero eso no le impide despiezar morfológicamente, como un buen técnico que es, las palabras cuyo significado ignora y enumerar luego de corrido los rasgos del lenguaje periodístico, y comentar las perífrasis verbales y explayarse aún en otras lindezas formales de ese estilo. De puro disparatada, a mí la paradoja me resulta hasta cómica, quizá porque, como bien decía Bergson, siempre es motivo de risa la teatralidad con que se manifiesta lo que en el hombre hay de rígido, de mecánico, de autómata.

O, si se quiere, de deshumanizado. A mí todo esto me recuerda a Charlot en la cadena de montaje, aplicado y absurdo, cautivo en movimientos maquinales de títere hasta cuando se rasca la pantorrilla con el empeine del zapato. Este joven no está lo que se dice alfabetizado, es cierto, pero sí ampliamente gramaticalizado, y la suya es sin duda una forma bien laboriosa de ignorancia. Podríamos también decir que lo que le falta en construcción y fundamento le sobra sin embargo en presencia y diseño. Vaya, pues, una cosa por otra.Libros, ha leído pocos, y no quizá por falta de afición sino porque ahora en las escuelas se enseña poca literatura y mucha lengua.

Hay que estudiar demasiada gramática como para andar perdiendo el tiempo en novelas de caballerías. Aunque en la teoría no tiene por qué ser así, la práctica es otra cosa. En la práctica, la literatura está pasando incluso a ser una provincia más de esa patria común que es la lengua (o más bien de ese Saturno que devora a sus hijos), y donde a menudo ha de convivir, de igual a igual, con esas otras provincias que son el periodismo, la publicidad, la ciencia y la técnica, o la jurisprudencia. Ahí, en esa gran democracia, si es que no compadreo, todos alternan y se codean con todos. Y es que, si de lo que se trata es de enseñar lengua, la verdad es que tanto da diseccionar una lira de fray Luis como el eslogan de una marca de detergente o una receta gastronómica, porque al fin y al cabo la cantidad de gramática y de semiología que hay en esos mensajes viene a ser técnicamente más o menos la misma.

Centro Freinet Prometeo, enseñanza de la lengua
Oh, nuestra forma de aprender (Imagen: Especial)

Pero, en fin, todo sea por esa buena y sacrosanta causa que es el aprendizaje de la lengua, puede pensarse. Claro que, luego, uno se pregunta: ¿y para qué sirve la lengua? ¿Para qué necesitan saber tantos requilorios gramaticales y semiológicos nuestros jóvenes? Porque el objetivo prioritario de esa materia debería ser el de aprender a leer y a escribir (y, consecuentemente, a pensar) como Dios manda, y el estudio técnico de la lengua, mientras no se demuestre otra cosa, únicamente sirve para aprender lengua. Es decir: para aprobar exámenes de lengua. Entre ellos, el de selectividad, por supuesto, que eso son ya palabras mayores. Yo sospecho que, en algún oscuro departamento de alguna universidad, en el centro de algún laberinto pedagógico, alguien alimenta el sueño, o más bien la pesadilla, de que algún día habrá en España cuarenta millones de filólogos.

El asunto, de cualquier modo, no es de ahora. En 1879, por ejemplo, en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza escribía Manuel B. Cossío: "¿Por qué no suspender el abstracto estudio gramatical de las lenguas hasta el último año de la enseñanza escolar y ejercitar al niño en la continua práctica de la espontánea y libre expresión de su pensamiento, práctica tan olvidada entre nosotros, donde los niños apenas piensan, y los que piensan no saben decir lo que han pensado?" Ciento veinte años después, la erudición gramatical, aunque con distinto ropaje, sigue vigente en las escuelas, y va camino de convertirse poco menos que en una plaga de dimensiones bíblicas.

Lo que le ocurre a mi joven amigo me recuerda mis tiempos de estudiante de Filología Hispánica. Yo llegué a sufrir aún los excesos, tan ridículos como estruendosos, de la erudición. Jamás en cinco años llegamos a comentar ni una sola página de La Celestina, el Lazarillo o el Quijote. Como en aquel relato de Kafka donde el mensajero del emperador no podrá llegar nunca a su meta porque la inmensidad del propio imperio se lo impide, o por la misma razón por la que Aquiles no conseguirá darle alcance a la tortuga, de igual modo tampoco nosotros accedíamos nunca a los textos originarios porque antes había que atravesar un laberinto inacabable de datos, de hipótesis, de averiguaciones, de fechas, de variantes, de teorías, que (ahora lo sé) no eran un medio para llegar a la obra y enriquecer la lectura sino un fin en sí mismo. Tampoco mi joven amigo sabe bien lo que lee porque, entre él y los textos, se interpone siempre la gramática, como un burócrata insaciable. Un poco al modo de aquella parodia donde Cortázar da instrucciones para subir una escalera, tanto mi joven amigo como yo nos quedamos en la higiene de los manuales de uso, sin lograr apenas ascender unos cuantos peldaños.

No hay esperpento sin un fondo solemne sobre el que destacarse. ¿Y qué mejor fondo, y de mayor solemnidad, que el de la técnica, sobre todo si se le añade el aura de un cierto hermetismo? Ante la cosa técnica, y la superstición de lo útil, todos callan y otorgan, como si se tratase del traje nuevo del emperador. Hace ya tiempo que la tecnificación del saber llegó también a las humanidades, culpables acaso de parecer sobrantes y anacrónicas en el mundo de hoy. Uno no tiene nada contra la gramática, pero sí contra la intoxicación gramatical que están sufriendo nuestros jóvenes. Uno está convencido de que, fuera de algunos rudimentos teóricos, la gramática se aprende leyendo y escribiendo, y de que quien llegue, por ejemplo, a leer bien una página, entonando bien las oraciones y desentrañando con la voz el contenido y la música del idioma, ése sabe sintaxis. Sólo entonces, como una confirmación y un enriquecimiento de lo que básicamente ya se sabe, alcanzará la teoría a tener un sentido y a mejorar la competencia lingüística del usuario. Así que, quien quiera aprender lengua, que estudie literatura, mucha literatura, porque sólo los buenos libros podrán remediar la plaga que se nos avecina de los gramáticos a palos.

Luis Landero es escritor

Aniversario del Prometeo por Guillermo Briseño

El Prometeo es una escuela muy buena en donde se enseñan cosas muy útiles para el país y para otras cosas: matemáticas, español, formación cívica y ética, lectura y música. Arte y ya no sé qué otra cosa más; pero si todo México estudiara en ella, sería un mejor país. Es una de las mejores escuelas del mundo.
Leonardo Briseño Berlanga

Hay algo entrañable que toda escuela deja en sus hijos, pero cuarenta años de Prometeo en Puebla, en Puebla de los Ángeles, me hacen deducir, inspirado por lo que me dictó mi hijo que si los ángeles hubieran estudiado en el Prometeo nos iría mucho mejor. Por otro lado, se sabe que los ángeles no dan clases, pero si lo hicieran no serían aceptados en un Centro Freinet, como el citado aquí, no sólo porque estorbarían las alas sino porque ahí no creen en lo venido del cielo sin antes pisar la tierra o por lo menos el piso de algún otro planeta. Obra en las actas secretas de la escuela, de las cuales cada una de las hermanas Fernández guarda celosamente una copia certificada, constancia del compromiso para los próximos cuarenta años durante los cuales Ireri Figueroa, que no tan casualmente lleva el apellido materno Fernández, tendrá a su cargo demostrar que los ángeles vinieron, pero sobre todo a qué y de dónde vinieron; porque eso permitirá que junto con querer transformar el mundo los alumnos del Prometeo sepan a dónde escapar si no logran su cometido.
 

Hortensia Fernández y Guillermo Briseño en la fiesta del 45 aniversario del Centro Freinet PrometeoGuillermo Briseño, gracias por tus lindísimas palabras 

Por Guillermo Briseño

I
Uno va a las escuelas a buscarse,
en una un pedazo, los pies por ejemplo
en otra el sexo
alguna los ojos
el corazón, un dedo
Pero de muchos son las partes
uno se equivoca y toma el cuello de alguien
el pelo de otro
La escuela nos combina
a veces resultamos aberrantes
a veces no

II
En la valiente escuela poblana
Prometeo Centro Freinet
que ofrece café con piquete
(de mosco) desde temprano
mi hija encontró sus labios
y mi hijo su ombligo
Estamos completos
mi esposa su imaginación
y yo mis ronchas
y un afecto grande natural,
como si uno fuera a la escuela
a buscar familia
y la encontrara

III
Un proyecto hay aquí
es ese el punto sobre la i
Las peras y las manzanas
son distintas mas no extrañas

IV

Soneto para cello


No hay duda de que este país es raro
no estamos hablando de geología
o que cuando uno caiga otro se ría
hablamos del arte de entrar al aro

Alguien tiene que encender un faro
atar las manos a la hipocresía
cambiarle a este país la dinastía
quien viene a esta escuela lo tiene claro

Tenemos que aventar el pecho al cielo
y hacer que crezca sabia nuestra cría
es raro este país, nos toma el pelo

Pero hay quien se defiende a sangre fría:
empuña el Prometeo su violoncello
inventa la canción de cada día

Guillermo Briseño

Guía de Libros de la Infancia, por Hernán Casciari [video]


Se le conoce por su trabajo por la unión entre literatura y weblog, destacado en la blogonovela. Recibió el 1º Premio de Novela en la Bienal de Arte de Buenos Aires (1991), con la obra 'Subir de espaldas la vida', y el premio Juan Rulfo (París, 1998), con 'Nosotros lavamos nuestra ropa sucia'. Desde el año 2000 está radicado en Barcelona. En Argentina había trabajado como jefe de redacción de la revista La Ventana, columnista en el Semanario Protagonistas y director del periódico El Domingo.

Casciari, sus libros de infancia en Centro Freinet Prometeo
 Su obra más conocida en la red, Weblog de una mujer gorda1 (ganadora del concurso de weblogs de la cadena alemana Deutsche Welle [1]), ha sido editada en papel, con el título Más respeto, que soy tu madre (Plaza & Janés). También fue el artífice de "El diario de Letizia Ortiz", contando los primeros meses de la vida de Letizia Ortiz en primera persona desde el anuncio de su compromiso con el heredero de la Corona de España.