Especial 40

Uno va a las escuelas a buscarse, en un pedazo, los pies por ejemplo, en otra el sexo, alguna los ojos, el corazón, un dedo.
Pero de muchos son las partes, uno se equivoca y toma el cuello de alguien, el pelo de otro.
La escuela nos combina a veces resultamos aberrantes, a veces no (...)
Un proyecto hay aquí, es ése el punto sobre la i. Las peras y las manzanas son distintas, mas no extrañas
Guillermo Briseño

Guillermo Briseño

Cuarenta años del Prometeo

Por Aurelio Fernández Fuentes

Hace cuatro décadas, en el patio de una casa, empezó a funcionar el Centro Freinet Prometeo. Escuela para la vida, le apodaron más tarde. Hortensia Fernández Fuentes y un grupo de insensatas como ella se atrevieron a poner en práctica sus conocimientos, pero sobre todo sus convicciones. En aquella Puebla de los años 70, convulsionada por la lucha contra el dominio confesional en todos los órdenes; con un gobierno estatal ligado a las fuerzas retardatarias y anticomunistas del país, dispuesto a matar a quienes actuaran de manera diferente –como lo hicieron ese mismo año de 1972 con Enrique Cabrera y Joel Arriaga—; con la presencia anímica del infausto arzobispo Octaviano Márquez y Toriz en el quehacer no sólo eclesiástico, sino en la educación pública a través de diversos recursos, Hortensia y sus compañeros se lanzaron a una aventura cuyo derrotero era muy incierto.

Visita de un grupo de alumnos a las instalaciones de la Volkswagen
Visita de un grupo de alumnos a las instalaciones de la Volkswagen


Puebla cambiaba rápidamente. El movimiento universitario contaba entonces con más de 10 años de lucha liberal y de izquierda, y había ocurrido ya el 1968 mexicano y mundial. Hortensia y Alfredo Figueroa, su compañero, habían formado parte tempranamente de ese proceso. Las transformaciones que se anhelaban estaban centradas muy especialmente en las tareas educativas. Queríamos otra forma de aprender y enseñar, de compartir e integrarnos a la sociedad, y la estábamos haciendo. Los primeros padres que se atrevieron a llevar a sus hijos al Prometeo eran quienes habían participado en ese cambio axiológico de los poblanos y mexicanos; eran universitarios, pero también profesionistas liberales convencidos de la necesidad de que sus hijos no recibieran una educación como la que ellos habían padecido.


La Universidad Autónoma de Puebla –mucho más benemérita que en la actualidad– estaba a punto de sacudirse por fin el dominio de las fuerzas confesionales que la habían oprimido durante décadas, y también crecía la urbe poblana a golpes de industrialización y ensanchamiento económicos, con el impulso final del llamado desarrollo estabilizador. Los célebres mochos poblanos reducían su importancia porcentual, en lo numérico y lo temático. La UAP crecía merced al avance de la izquierda y crecía con gran vigor. Mucha gente de fuera se sumaba al esfuerzo transformador. Se trasladaban a vivir aquí personas de la Ciudad de México, del norte y de muchas partes del país, quienes demandaba una educación acorde con un pensamiento renovador.


Luego llegaron los exilios de centro y Sudamérica; miles de compatriotas latinoamericanos arrojados de sus países por efecto de la implantación de crueles dictaduras. El Prometeo fue un recinto para ellos, porque, entre otras cosas, esta misma escuela era producto indubitable de un exilio anterior y fundamental para México: el exilio español producido por la guerra civil en 1939.
A poco tiempo de haberse inaugurado la escuela se sumó a sus tareas Mirta Fernández y luego Maribel, quienes con su inteligencia, pasión y dedicación empujaron al colegio hacia niveles superiores. Maribel empujó la creación de la secundaria con los mejores métodos de enseñanza del momento.

No se puede excluir de este esfuerzo a multitud de maestros y maestras fundamentales, como Sebastián Gatti, en cuyas fauces han sido devoradas muchas generaciones de chamacos para la causa de la lectura; Poncho, el incombustible y contrastante maestro de educación física; Emma, mujer que conduce a sus alumnos por grandes senderos; Lucero y su prestancia infinita; Laurita, con un don capaz de levantar al más moroso de los escuincles; los maestros de música, empezando por Abelardo Fernández, seguido de Agustín Placeres y ahora el ex alumno Gabriel Fernández, y Judith, Lidia, Mariana, Mago, Yola, Lulú… Joselo. Entrañable fue Susi, simpre al frente de las oficinas, y Modesta, cuidando por la noche la escuela y por el día vendiendo suculentas tortas al poblado prometeico.

Y hablando de ex alumnas, hoy son herederas de la escuela Elein, Dunia, Belinka y, especialmente, Ireri. Un futuro que ya tiene rato. Hablar de lo logros de esta escuela representaría muchas páginas. La fiesta celebrada el viernes pasado en sus instalaciones es testimonio del enorme cariño y agradecimiento de quienes representaban allí a miles de alumnos y padres de familia que se formaron en ella. (Porque los padres de familia, en mayor o menor medida, también se forman en la escuela). Que les den el mejor lugar en la prueba Enlace o reconocimientos académicos por doquier; que sus ex alumnos pueblen la actividad social; que las aportaciones en materia pedagógica dentro y fuera del país sean muy trascendentes es mucho menos importante que la expresión de profundo cariño que se mostró en la entrañable reunión del sábado pasado.

En La Jornada de Oriente.

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Celebran generaciones 40 años del Centro Freinet Prometeo en Puebla

Por Martín Hernández Alcántara

Integrantes de la comunidad de la escuela durante
la celebración. Arriba a la izquierda Hortensia
Fernández, fundadora y directora del conjunto
educativo 
 
 
Fueron varias las generaciones que se dieron cita para honrar, para rendir homenaje, para recordar y querer. Cuatro décadas, 40 años de escuela para la vida y decenas o centenas de alumnos, padres de familia, hermanos, abuelos, maestros y maestras, amigos todos que se dieron cita para celebrar a su escuela: el Centro Freinet Prometeo.

Fue un verdadero guateque, o mejor dicho, una oda a la felicidad: generaciones de pelo teñido de plata, mezclados con infantes que apenas podían sostenerse solos, muchos de tan pequeños, vástagos que ahora estudian en el conjunto educativo de Xilotzingo, en la capital estatal y que se desempeñan, como egresados, en la Universidad Autónoma de Puebla, en las instituciones de similar calibre de la Ciudad de México o en centros europeos o allende.

El futuro no importa demás, o, mejor dicho, es lo de menos, porque los jóvenes y adultos que se juntaron hoy, pasan de largo sobre el pasado y se instalan en el recuerdo, en la anécdota y el recuerdo que deja todo atrás, como si el futuro todo lo renovara, aunque pocos lo aprecien.

Pista iluminada de niños y niñas

Cosa extraordinaria: hay un pasillo de luces y un sonido que buena parte del tiempo proyecta en un par de pantallas gigantes, fotografías u otras imágenes de la infancia y la pubertad, un grupo dentro de eso que a estas alturas ya puede llamarse casa: maestros, tutores y asociados no pueden contenerse, y algunos derraman lágrimas cuando un joven o un adulto se les acerca para agradecer el temple forjado y la solidaridad terrible.

Antes y después; en el minuto que acaba de pasar y en el que viene, los hombres y mujeres del Prome, sus niños y niñas, están todos bailando y eso es lo bueno: cumbias, bachatas, rosas guatemaltecas, lo que le gusta a la gente, saberse parte de algo. La cadencia es tal que invitan a los negados a la danza.

Hortensia Fernández –fundadora y directora, como las otras dos pilares de la escuela, sus hermanas, Maribel y Mirta–, todas hablan, al micrófono o en corto. Algunos se abalanzan a abrazarlas, a besarlas y quererlas. No faltan las inquinas, los reproches en voz baja, las críticas: No hay fijón, como dirían ellas, y la vida sigue con la normalidad del criterio que no siempre se forma en casa. Lo mejor para todos sucede con los cantos de los niños y niñas de la primaria que se solazan a voz rajante. El frío arrecia y ahuyenta a los menos resistentes. Los más, no dejarán pista para danzar, porque todo está a reventar.

Las familias están en pleno, porque esta noche, o esta tarde, todos festejan. Algunos alumnos, ahora son maestros, y maestras que por fin dan el brazo a torcer con los más peques.Hay también madres y padres de familia estrenándose y un montón de profesionales y profesionistas, oficiantes y oficiosos que se reconocen tras tantos años. Continúa la tradición de la radio en vivo, de los bailables y los toquines, la música, la poesía y la lectura. También como asunto extraordinario, la fiesta hoy en la escuela más auténtica de Xilotzingo se prolonga hasta tarde, alentada por la adrenalina, el gusto y el espíritu indómito de hacer ubicuidad. 
 
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Anoche te volví a ver, estuve contigo y festeje tu cumpleaños. Has sido parte importante de mi vida. La escuela que recuerdo con amor. Tu y yo tenemos muchas historias juntos, fuimos cómplices en varias cosas. Me da tanto gusto ver que tu también creciste y que sigues recibiendo alumnos. Tus brazos siguen abiertos para recibir a tantos niños que, así como yo, buscan su sueño, buscan ser alguien en la vida. Feliz cumpleaños Prometeo.
Roger Allan

Una felicitación por tan grande evento a todas las personas que hicieron posible todo, desde los centros de mesa hasta la pista de baile, independiente de la cantidad tan grande de personas que asistió yo sabia que seria algo hermoso similar a los fines de curso y bailables, pero nunca imagine que fuera así, yo por mi parte la pase muy bien, y espero que todos los demás también.
Antonio Cortes Flores

Felicidades a toda la comunidad educativa por estos 40 años recorriendo el camino de la consolidación institucional y la misión de educar, en el sentido amplio de la palabra.
Hilda Imas

¡Excelente fin de semana! Gracias por los buenos momentos que nos da esta familiota =)
Javiera Palma

Que bien la pasamos, la fiesta mas grande del universo en una escuela más grande de que parece...
Mariana Dávila

Yo fui a una escuela donde te sentabas en mesas con otros 3 amigos y las sillas eran cómodas y con cojines :P
Laura Placeres

Mañana viernes retorno a mi primera casa: el Centro Freinet Prometeo. Entre otras cosas quiero mirar un par de árboles que mis papás habrán sembrado hace muchos años. Entre otras cosas a una se le hace urgente abrazar a los compas de hace tantos años: Alfredo Figueroa Fernández, Loli Manzano, Enrique Glockner, Ninel Huerta Campa, Citlalli Gamboa-Esteves y muchos otros. Mi agradecimiento siempre para Hortensia Fernández, para Abelardo Fernández y todos los que nos enseñaron a construir camino, en esas seguimos.
Abril Gamboa

Podrán pasar años, mucho tiempo, tal vez otros cuarenta años, todo siempre cambiante, pero... protesto y vuelvo a protestar!, la muralla tendremos que alzar, juntando todas las manos, los niños sus manos nuevas, y los viejos sus viejas manos... 
Citlalli Gamboa-Esteves

Cuando todos comparten, se multiplican los panes y nadie pasa hambre... así fuera en el mundo... solidario.
Salvador Segura Levy

¡Un abrazo a toda la comunidad!
Miguel C. Luna Mendoza