Adiós Alfredo / Ayer 13 de agosto mi papá se fue...

Compañeros Alfredo Figueroa y Hortensia Fernández

Adiós Alfredo

Alfredo Figueroa, militante de MEPA (movimiento de educación popular alternativa, grupo Freinet de México), nos dejó.

Muchos recuerdos, una presencia discreta y puntual en muchos Ridefs, la acogida en la escuela Prometeo de Puebla en 2008 durante una de las Ridefs que recordamos como particularmente significativa y eficaz gracias al grupo organizador del cual Alfredo, su esposa Hortensia, su hija Ireri, su yerno Ricardo estuvieron entre los incansables animadores.

Así como la contribución a la reescritura de la Carta de la Escuela Moderna, tanto en la Ridef de Metepec como en la siguiente de Nantes.

Tuvimos un acalorado debate entre europeos y mexicanos sobre el significado del término "democracia". Lo que nosotros, los huérfanos del colapso de las ideologías y de los grandes sistemas, veíamos como un faro y un lugar de aterrizaje, no los convenció porque decían que en los países de América Latina las peores dictaduras aparecían bajo esta etiqueta.

Alfredo y su familia, que regresaron de Turquía después de la Ridef en Varna, no podían volver a Bulgaria porque tenían un visado de ida (según las costumbres búlgaras); y, con sus maletas, tuvieron que bajarse del autobús, volver a pie a tierra de nadie, volver a Estambul para rehacer el visado en la embajada. Su fila recuerda a muchas otras procesiones de migrantes.

Muchos recuerdos. Un fuerte abrazo de Italia al MEPA. 
Giancarlo Cavinato

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Ayer 13 de agosto mi papá se fue...

Por Ireri Figueroa

Pero no, no se fue y no se va a ir nunca, lo que ya no tendré son sus manos maravillosas acariciándome, su crítica y su consejo invaluables, sus palabras, sus cuestionamientos. Mi jefe murió como vivió: profe, crítico, congruente, sin pretensiones, interesante, cariñoso, sensible, respetuoso y cuidadoso.
Ayer doctores, enfermeros, gestores de funerarias y amigos preguntaban si necesitábamos tiempo para “despedirnos”, insistían en que pasáramos algunas horas viendo un cuerpo, pero mi jefe es quien mejor sabe (sabía, me tengo que acostumbrar a este maldito tiempo verbal) que ni un cuerpo, ni un momento, ni unas cenizas, ningún fetiche y ningún ritual te hacen quedarte; que seremos quienes fuimos en el recuerdo de los vivos, que se da lo que se tiene, se trabaja por ser lo que se quiere durante la vida toda. Ayer (y durante todos estos años de enfermedad) algunos amigos rezaban, pero nadie que nos conociera llegó nunca a hacerlo o a poner ningún objeto religioso con él. Siempre prevaleció el respeto, como en sus argumentos en las discusiones.
Igual le canté (entre otras cosas) Disfruté tanto, tanto cada parte y gocé tanto, tanto cada todo, que me duele algo menos cuando partes porque aquí te me quedas de algún modo (de muchos modos, es verdad).
Para papá no eran importantes las fechas, ni los rituales, hasta le molestaban un poco; se lamentaba por los que tenían hijos porque “les ganaron sus convicciones religiosas”, se reía de los que, en la academia, piden ser llamados “doctor” como nombre de pila, nos molestaba por caer en la trampa del comercio o del capital por querer ir a festejar a algún restaurante o hacer una fiesta; lo veo como alguien que ejercía la disciplina revolucionaria y la austeridad republicana, jee (en serio).
Cuando yo era niña y alguien elogiaba mi belleza, mi papá siempre decía “lástima de cara” y me abrazaba sonriente; siempre me dijo carita de perro o Pantaleona, Panta, “porque la más bonita espanta”, mientras me miraba con absoluto amor y yo veía que, a sus ojos, sería siempre la más linda y afirmaba que las concepciones estéticas no sólo no me constituían como mujer, sino que ni siquiera eran importantes. Hablaba siempre de sus amigos y sus anécdotas, con una fantástica habilidad para relacionarlas con preguntas o premisas filosóficas, o con episodios de la Historia que se llenaban de sentido para sus interlocutores de la edad y el oficio que fueran.
Estás en mis listas de reproducción, pa: pongo algo para alegrarme y quitarme tanto dolor del cuerpo tenso y tristísimo y sale el Acapulco tropical, seguido del Mambo Lupita; mi hija no se quiere bañar y le digo ¿cómo ji jas not, chamaca cochina, puerca, marrana? Mientras la lleno de besos y risas; voy a comerme la tercera dona y escucho “Ireriiii”, veo en el súper una gabardina lindísima pero me acuerdo que no la necesito y la dejo, respondo (por fin) a lo que tengo que hacer y vuelvo a trabajar hasta lograr concentrarme (nomás me acuerdo del 68, mi jefa en la cárcel después de la manifestación y tú yendo a hacer gestiones y volviendo a Puebla a dar clases para luego volver al DF) y me sacudo y sigo porque hay vida, baile, chaviza, trabajo, esperanza y proyectos. La sonrisa vuelve.
Recibo cientos de apapachos virtuales y físicos, fotos y textos; las palabras que encuentro más usadas en ellos son honor, orgullo, coherencia, cariño, convicción, utopía, compromiso, ejemplo, maestro, sonrisa, compañero…El amor que sembró él, el de mi maravillosa madre y el mío, se me van regresando hoy así. Gracias a la vida.